![]() |
ilustración:Quino |
Hablamos contra reloj para contar todo de golpe sin espacios libres para la meditación.
Miles de temas entrelazados que desembocan en un monólogo de ansiedades o rabietas.
Causas y efectos se diluyen en una catarata de palabras llenas de contenidos emocionales, con un cartel de stop sostenido por pinzas que cuando se caen, llega el olvido.
Qué es lo que deseamos decir? lo que nos pasa; o encontrar la respuesta más cerca de la verdad?
Es tanta la necesidad de hallarnos, que sin darnos cuenta nos desencontramos.
Buscamos soluciones, sin embargo las dejamos inconclusas con infinitas etiquetas sin descifrar.
Si damos aire a nuestros tiempos de diálogos, si las ideas fueron bien planteadas, sentiremos que algo en nosotros ha cambiado, que algo nuevo añadimos, que hubo un ida y vuelta.
Sabemos comunicarnos?
Ejercitamos la comunicación?,
O la mayoría de las veces los encuentros se convierten en el traspaso de situaciones personales al que escucha?
Una vez leí:
“Yo hablo conmigo mismo y a veces suelo hablar con los demás sin escuchar”.
Cuántas veces existe el feed –back… poquísimas. Lo afirmo.
Sentir esa retroalimentación es cortar con el mundo robotizado de respuestas de compromiso o de “mono-diálogos”.
Los “mono-diálogos” son para el cine, para algunos minutos de auto-reflexión.
El diálogo es para ser.
El diálogo es para aprender a caminar juntos.
El diálogo es para crecer con los intercambios de experiencias.
Si cuando te citas con alguien para charlar y luego de más de veinte minutos sólo habla él, sal corriendo en cuanto puedas, tú no eres un come emociones, eres el que está para dialogar, para que haya una interacción fluida, donde en la colaboración, podamos aprender a observar nuestros propios pensamientos.
Lo demás … pura palabrería.
Autora: Laisabi Sol
Comentarios
Publicar un comentario